En el 2007 el popular escritor de novelas históricas Valerio Massimo Manfredi publicaba “El imperio de los dragones”, una novela con la que intentaba a dar a conocer esa vieja historia/leyenda que ya circulaba hacía tiempo por los círculos de la historia clásica que bajo el nombre de “La legión perdida” llevaba a unas unidades de infantería romana a las puertas del Imperio Chino.
Años más tarde Ben Kane retomaría la historia en la trilogía “La legión olvidada” y ahora, como el que no quiere la cosa, nos llega esta “Dragon Blade”, una producción épica auspiciada por el héroe de acción y mito donde los haya, Jackie Chan. Ni que decir que, con estos antecedentes, el trasfondo no es ni nuevo ni casual.
Pero aquí no estamos para discutir orígenes o más allá, la naturaleza o credibilidad de la posibilidad de que unos cuantos legionarios llegasen a tierras de Asia Central fundando una provincia romana dando lugar a unos mestizos que… En fin, lo dicho; para lo que sí que estamos es para hablar de la película, y así sin más preámbulos vayamos con ella.
Lo que más va a llamar la atención del público, así a priori, por encima de los medios dispuestos para la confección de la misma -65 millones de dólares USA de presupuesto-, es la suntuosidad de su puesta en escena que si bien –insisto- demuestra la capacidad económica de la industria cinematográfica china, le resta esa misma credibilidad de la que hablábamos en el anterior párrafo. Me explico.
En Occidente estamos acostumbrados a ver películas de “romanos” e incluso en los últimos años hemos visto algún ejemplo modernizado de los clásicos péplum; sin embargo, ¿cuántas veces hemos visto armaduras doradas? Y ya no solo en los legionarios sino en cualquiera que lleve armadura en la película. Al principio uno parece estar viendo, si me permitís la broma, una nueva versión de los “Caballeros del Zodiaco”. Afortunadamente alguien se dio cuenta, y a media película comienzan a surgir ya no armaduras de otros materiales sino algo más… usadas y por lo tanto verosímiles. Y es que a esa misma tonalidad dorada/ocre que adquiría todo el film había que sumar que todo era perfecto, impecable y nuevo, recién salido de fábrica, o forja del herrero en este caso.
Puede parecer una tontería –en cierta forma lo es- pero detalles como ese pueden desvirtuar unos medios no solo como ya hemos dicho generosos sino acertados. Y es que por muy “fantástico” –resalto el entrecomillado- que nos resulte el atrezzo no podemos menospreciar ni la cantidad o riqueza de diseños ni, mucho menos, otros elementos como los decorados y efectos especiales.
Porque para empezar extras, hay un montón. Está claro que en algunos planos los figurantes se multiplican por obra y gracia de las digitalizaciones, pero en algunas escenas se notan que todos son de carne y hueso; y sin miedo a equivocarme se puede decir tranquilamente que en términos similares a otras producciones occidentales épicas al estilo de la franquicia “El señor de los anillos”. Bueno, no es occidental occidental, pero ya me entendéis… Y si ya es costoso vestir y armar a todos, lo es más cuando encima el tema te da para incorporar varios contendientes de distintas culturas con sus diferentes ropajes y utensilios.
¿Y qué decir de la dirección artística? Pues que para empezar es difícil separarla del departamento de efectos especiales. No obstante, la ciudadela protagonista es algo digno de elogio sea en mayor o menor medida digital. De hecho, no es extraño que en la primera hora del film se haya utilizado esta como instrumento para construir –nunca mejor dicho- la amistad entre los personajes interpretados por Chan y Cusack. Luego tenemos esas ruinas y paisajes con muchos paralelismos otra vez a la franquicia fraguada por Peter Jackson, pero que otra vez los detalles –dígase en este caso esas infografías- no nos impidan valorar cada concepto en su justa medida ya que si uno se abstrae logrará ver esas puertas, pórticos, herramientas de tortura u otros mecanismos ya más artesanos que mediante cadenas y fuerza bruta, harán las delicias de los amantes del steampunk y otras disciplinas donde la imaginación y el buen gusto son fundamentales.
La fotografía de Tony Cheung abriendo los planos para ofrecernos toda la belleza del desierto de Asia Central, contribuye finalmente a darle un empaque visual a la película de primer orden sin que tenga en nada que envidiar a otras producciones recientes de Hollywood.
¿Pero el interior? Si el exterior es atractivo y hasta espectacular, ¿cómo es “Dragon Blade” argumentalmente?
La película se encuentra dividida en dos partes, una en la que se cimenta la relación de los diferentes interlocutores, y una segunda donde se precipita la tragedia y la acción. Con ello no quiero decir que en la primera no tengamos acción, solo que el tono y sobre todo la cantidad es distinta.
En la primera parte, coincidente con la primera hora, nos encontramos a un Chan clásico, de buen humor por encima del fatalismo que conlleva la historia, y un par de duelos uno contra uno que aunque ya hayamos visto una y mil veces siempre es gratificante ver al protagonista de nuevo aún en bastante buena forma. Quizás a raíz de esa reiteración algún chiste visual –el tocamiento de pechos en la pelea con Lin Peng/Moon- nos resultará rancio, pero nada alarmante como para echárselo en cara.
Es en esta parte donde se cimentan valores tan importantes como la amistad y la lealtad que luego tendrán tanta significación, y aunque si bien es cierto que son situaciones tramposas que descaradamente ya nos están indicando por dónde va a discurrir la película, no es menos cierto que resulta eficaz. Alguno me dirá que una vez llegado a ese momento “delicado” se tira igualmente del recurso burdo de hurgar en la herida, pecando de convocar esa consabida ‘lágrima fácil’, pero en su defensa tengo dos alegatos: el primero que llega realmente a emocionar, y el segundo y no menos importante que los instrumentos que utilizan para llegar a conmover no son tan frívolos como disponer alguna muerte trágica tirando únicamente de situaciones e interpretaciones.
En este aspecto adquiere mucha importancia tanto la combinación Daniel Lee-Henry Lai como el mensaje final. Pero por partes, que merece la pena extenderse un poco en ambas.
Mucho se ha estado hablando las últimas semanas –cuando escribo esto, claro está- de la función que tenía la banda sonora en la última entrega/renacimiento de la saga “Mad Max”. Miller quería que la música fuese un personaje más y con maestría, la integró llegando a convertirla incluso en protagonista.
Pues bien, teniendo en cuenta que esta “Dragon Blade” se estrenó –ya no digo rodó- muchos meses antes, Lee y su habitual socio al frente del apartado musical Henry Lai han conseguido el mismo efecto, construyendo una red neuronal que una distintos aspectos, enfatizando emociones y provocando que la producción no resulte únicamente un placer visual sino también auditivo. Lo de la instrumentación en la batalla final, de traca. Eso sí, estoy seguro que el ‘himno romano’ a alguien le resultará ridículo y forzado, pero es una cuestión más sujeta al criterio de cada uno que algo tangible.
Sobre el otro asunto importante, el del mensaje, decir que por raro que parezca aquí no se habla de la defensa de la unidad china y todos esos alegatos sobre la casi supremacía local a los que estamos acostumbrados en las producciones de este origen. La moraleja es más global en este caso, y si bien se encuadra en ese “buenrollismo” hipócrita que domina parte de nuestra sociedad, no chirría tanto como en otros casos. Sigue siendo el típico discurso peliculero, enaltecedor de ingenuos y espíritus pobres, pero cala. Quizás todo se resuma, al igual que con las emociones, a que somos irreductibles de Chan, pero me tengo por lo suficientemente ecuánime para discernir entre pasión y realidad.
Para ir cogiendo impulso para acabar sin perder ímpetu, decir que la acción es tan estupenda como cabe esperar en un film de y con Jackie Chan; y es que cabe recordar que el pequeño dragón además de producir, protagonizar, cantar, etc. etc. coreografía las escenas de acción. Así y sin necesidad de presentarlo, puedo decir tranquilamente que “Dragon Blade” posee algunas escenas de acción que, por encima de esas otras que había comentado que ya nos sonaban, resultan tanto espectaculares como hasta cierto punto originales. De hecho, esa fase del rescate de la esposa de Chan si bien comienza como una revisión de clásicos como “Piratas del Mar de China” acaba dejando en ridículo a muchas producciones contemporáneas que presumen de contundencia. Ya quisiéramos que todas las películas épicas del momento tuviesen esos flechazos tan brutales.
Por el resto de cosas, solo hay que ver la trayectoria de Daniel Lee, director de género donde los haya con Obras Maestras en su currículum como “Black Mask” o larga experiencia en el terreno de la épica con tres producciones de calibre como “Three Kingdoms: Resurrection of the Dragon”, “14 Blades” o “White vengeance”. Dudar de sus capacidades de orquestar una megaproducción como esta es pecar de prepotencia, y aunque nadie es libre de –con perdón- cagarla alguna vez, Lee jugaba sobre seguro. Las batallas son generosas y los envites a espada al puro estilo “swordplay” hongkonés sin el inconveniente de los efectos de cable del Wuxia tradicional.
Para acabar, lo de Cusack y Brody está muy bien, ambos terminan entregándose a pesar de que arrancan la producción como si de un encargo para llenarse los bolsillos se tratase. Está claro que ambos son el reclamo para el mercado internacional, permitiendo que se estrene el film en pantalla grande en otros países como la propia EEUU o España, pero hay que acordarse de que Chan ya recurría a estas estrategias desde los años 80. Aquí además de las dos estrellas hollywudienses tenemos tanto al integrante de la popular ‘boyband’ surkoreana “SuperJunior” Choi Si-Won como a la también cantante francesa Lorie en un papel bastante insignificante como el de una Reina Mora… perdón sultana persa, pero que de seguro ayudará a la película a abrirse camino en Francia. Por cierto, si alguien se lo pregunta: Jackie Chan, como nunca, cada vez interpreta mejor. Y lo sabes.
Resumiendo; “Dragon Blade” es una película 100% de aventuras épicas con todo lo que implica: coraje suicida, amistades y lealtades instantáneas y discursos de cara a la galería. Pero cuando funciona y lo hace acompañado de tal espectáculo sensorial solo cabe rendirse y disfrutar.
