
Érase una vez un director de nombre Sanjay Leela Bhansali que parecía que se iba a comer el mundo. Sus películas mostraban una belleza inusual y su concepto visual iba más allá de lo que la industria de su país quería reflejar. Pero un buen día, cuando parecía que este iba a consagrarse con “Bajirao Mastani” se pegó de cruces con la dura realidad: no era ajeno a la mediocridad.
Pues bien, dejando de lado esta tontería de introducción, a dónde quiero realmente llegar es a decir que tras “Bajirao Mastani” pasé absolutamente de esta “Padmaavat” porque me parecía un ‘más de lo mismo’, un nuevo intento de su director de consagrarse como el gran realizador de la India, recurriendo no solo a otra historia parecida sino hasta a los mismos actores. Ni siquiera las consecutivas noticias que hablaban de su ruptura de récords a la hora de recaudar en taquilla, llamaron mi atención. Total, ya conocemos como se ‘mueven’ en aquel país…
Pero el aburrimiento es muy malo y pueden más las ganas de abarcar lo editado durante el año para completar la lista de tus mejores del 2018 que los prejuicios e ideas preconcebidas. Así es que sin muchas expectativas me dispuse a ver la última epopeya épica surgida de la mente del otrora -¿aún lo será? … guardo el suspense…- mago Leela Bhansali.
Lo primero que hay que decir es que la insistencia de su autor en historias épicas no es algo gratuito. Dejando que le gusten más o menos o que le permitan expresar toda esa plasticidad grandilocuente que atesora, el objetivo de la industria de Bollywood desde hace un par de años no es consagrar a alguien como el mejor cineasta o realizar la mejor película de todos los tiempos. A los productores, por mucho que el propio Bhansali se haga un ‘Juan Palomo’, les interesa lo que a todos: el dinero. El punto de mira de productoras e inversores está en superar a “Baahubali 2” como la película de películas hindús y el orgullo de Mumbai estaba en entredicho desde que esta arrasase en las taquillas y no tan solo del gigante asiático. Querían recuperar el cetro, el honor de ser la industria reina del país y no pocos intentos hemos visto en los últimos meses como para dejar atrás a la de Tollywood.
Así, los medios dispuestos para esta película son grandiosos en todos los aspectos. La cuestión es si a vista de un occidental, visto que a los locales sí atendiendo a la recaudación y galardones, son suficientes…
Los primeros minutos del film auguran lo mejor, pero también lo peor. Se nota ese generoso presupuesto dispuesto pero hay algún detalle que podría echar el freno al menos tolerante: nada más arrancar vemos cómo el objeto de la cacería de una brava Padukone –claro guiño a “Baahubali 2”-, un ciervo recreado digitalmente, más parece un peluche atrofiado que algo medianamente decente. No entiendo ese arranque tan poco ilusionante. Ni tampoco comprendo la decisión de su director de incluirlo ni del autor de semejante aberración por darse por satisfecho con tal adefesio. Flaco favor le hacen al conjunto y más, como digo, al arrancar.
Luego la cosa se normaliza y las recreaciones digitales y efectos mejoran no ‘cantando’ encontrándonos con una línea general bastante notable, pero me parecía correcto avisarlo más que nada para que nadie se echara atrás a las primeras de cambio.
Y es que no solo las cosas, como decía, se normalizan, o más allá, mejoran ostensiblemente sino que la película bien merece esa indulgencia.
Siguiendo la línea que llevaba de… advertencias, conviene aclarar también que la película aunque épica, no es al nivel de lo que estamos habituados. El contexto y las formas nos harían pensar en batalla tras batalla y lamentablemente para el que piense eso, no lo va a encontrar. Hay un par como mucho, y ni larga en extensión ni espectacular en contenido. Flechas por aquí y choques de sables por allá. Poco más. De hecho hasta el duelo final peca de buscar más el escudo y la espada del contrario que el cuerpo del enemigo, el fallo típico cuando los contendientes tienen miedo de hacerse daño.
¿Qué esto suena a desilusionante otra vez? Pues si buscáis acción a lo –otra vez… – “Baahubali”, pues sí. Pero, ¿y si buscáis una buena película…? Ahhh, amigos, eso es otra cosa.
El guión de “Padmaavat” no es una colosal obra de ingeniería, se resume en un par de líneas y sin casi números musicales, su relativo contenido metraje -para lo que es habitual en aquel país- ya nos está señalando que se ha optado por ahorrarnos lo superfluo e ir al grano, algo a agradecer.
Y es que ni siquiera se han enredado en edulcorar la historia a pesar de que su trama haga pensar en un triángulo amoroso. Todo se resume en una palabra: PASIÓN.
La historia que viven los dos protagonistas es de respeto mutuo, se quieren y se adoran pero no los verás enredados en diálogos superficiales ya que con su posición no resultarían convincentes. Sin embargo debajo de todo ello encontramos esa pasión que decía que es la que lleva consecuentemente a los actos postreros. Sin ello, sin esa fe su desenlace no resultaría tan… DESGARRADOR. Y eso, para empezar, es lo que hace grande a la película: que consiga emocionarnos cuando lo que en realidad estamos viendo está fuera de toda compresión. Sin ese trabajo previo, no hay milagro.
Y luego tenemos la otra punta del triángulo, al villano de la función, al que le mueve una pasión convertida en obsesión. Se puede criticar que su motivación no sea creíble pero hay que ponerse en situación y comprender que para alguien a quién las conquistas son una forma de vida le daba lo mismo territorios que personas. Aquí ayuda mucho la excelente labor de Ranveer Singh, mi actor favorito hindú, un artista que contrariamente a este papel ha crecido rápidamente gracias a su encanto y simpatía y que aquí se enfrentaba a un duro reto como era interpretar a un villano. La sobreactuación de Ranveer le va como anillo al dedo al personaje acentuando ese puntito de locura que necesita. Otro punto a destacar respecto a este es ese enfoque bisexual que se le ha dado, algo sorprendente para la industria si de una superproducción hablamos. Conociendo su cerrada cultura y que esto es un vehículo para las masas… Pero ya sabemos por la trayectoria de su responsable que Leela Bhansali es todo un provocador.
Y ya que hablamos de provocación, mucho revuelo se levantó a la hora de su estreno con eso de poner a los musulmanes como los malos malísimos y bla, bla, bla… Pues no. Ahora reinventaremos la historia y los haremos cambiar de bando para complacer a unos… Siempre habrá malos, así es que siempre habrá perjudicados. En todo caso no se hace escarnio de ellos como un pueblo perverso. Aquí no hay discurso del odio –algo muy de moda hoy en día en esta mi tierra-, es “simplemente” un reino contra otro al estilo de lo que hemos visto en otras producciones de esta clase. De hecho, salen beneficiados en algunos aspectos que no voy a contar con tal de no destripar la historia.
Dejando de lado matices del argumento vayamos con lo que a mi gusto es lo mejor de la película. De la concepción visual de Leela Bhansali ya he dejado caer algo al inicio de la reseña. Aquí tengo que decir que se ha contenido un poco a la hora de utilizar los colores, más que nada porque la trama no animaba a ello y ha tenido que recurrir a una gama más ocre pero… “PADMAAVAT” tiene la MEJOR FOTOGRAFÍA que he visto hace mucho, pero mucho tiempo, en una película.
La belleza que refleja Bhansali y la fuerza visual que imprime a algunas de sus escenas está al alcance de muy pocos. Está claro que en ello depende mucho la labor de un buen director de fotografía y del equipo de iluminación, por no decir el director artístico, pero sin tener las ideas claras y alguien que coordine todo, es imposible plasmar en la pantalla lo que esta “Padmaavat” es capaz de ofrecer.
Los más críticos sacarán el discurso del ‘videoclip’, que se abusa de la cámara cenital y lo que quieran pues a la hora de criticar cada cual es libre dependiendo además de sus manías y fobias, pero lo que no se puede negar es que hay un elaborado trabajo detrás.
Antes de cerrar como siempre con la ‘Sección de Coros y danzas’ comentar el peso específico de la mujer en el film. Ya no solo es la imagen heroica de la protagonista que se quiere transmitir, es algo menos aparente y quizás aunque solapado por mor otra vez de esa cultura retrograda, su importancia como unidad, su capacidad de sacrificio y ese mensaje de que sin ellas, sin vosotras, no hay triunfo.
Para terminar, desgraciadamente para unos y afortunadamente para otros, números de bailes propiamente dichos solo hay un par. Uno protagonizado por Deepika Padukone y otro por su maridito en la vida real, Singh, ambos de carácter tradicional como no podía ser de otra manera dado el contexto. Espectaculares ambos, se echa en falta a Kapoor, para mí junto al propio Singh y quizás Hrithik Roshan, los mejores bailarines de la industria. Luego tenemos dos temas musicales sin ya coreografías donde importa más el mensaje de la letra que no molestarán a los menos afines a estos espectáculos.
Resumiendo, “Padmaavat” es una señora película, grandilocuente y exagerada en todas sus dimensiones sino fuese porque en cuanto a acción se queda un poco corta. Sin embargo su objetivo no es apabullar, no es el choque de sables lo que nos hará vibrar, es la magia, la pasión y la fatalidad convertida en triunfo más allá de lo carnal lo que no nos dejará indiferentes. No solo una de las mejores fotografías de la historia del cine sino uno de finales con más fuerza.
Ratan Singh es el regente Rajput de Mewar. Un día de caza por el vecino reino de Sinhala ”coincidirá” con la Princesa Padmaavat. Pronto se enamorarán, la tomará como segunda esposa y se la llevará a su palacio de Chittor. Pero la traición siempre toma extraños derroteros: su consejero, celoso de su relación con la nueva reina tras ser desterrado, animará al conquistador musulmán Jalaluddin Khilji a que conozca a Padmaavat ya que, conocedor de la ambición de este por poseer todo lo bello que no está a su alcance, provocará la caída del reino de Ratan Singh.
