Gracias al cine de acción, la cinematografía indonesia ha logrado hacerse un hueco dentro de la cada vez más pujante cinematografía asiática, una pequeña fisura en comparación con otros gigantes, pero lo suficientemente aperturista como para permitir que, aunque sea con ayuda de terceros como en este caso con la surcoreana CJ Entertaiment Group en la distribución, otros géneros más allá de la acción tengan cabida en este escaparate del séptimo arte. Aunque para ser justos, como en otros pequeños países del sudeste asiático, antes de ‘fenómenos espontáneos’ como los causados por Evans y compañía, el terror siempre traspasaba fronteras a cuentagotas.
Lo primero que hay que decir, más como aviso, es que “Satan’s slaves”, a pesar de sus más de 4 millones de entradas vendidas en su país de origen, es una película pequeña con fragantes fallos artísticos y técnicos que a muchos les echará ‘pa’tras’ a las primeras de cambio: fallos de raccord, de guión –el niño se pone a hablar de buenas a primeras, intentar abrir una puerta para dentro cuando se abre para fuera y no cortarlo en la mesa de montaje… – situaciones que de otra manera no se entenderían en industrias más avezadas conforman contrariamente a lo que pudiese parecer un aura de inocencia que permite que el espectador sea indulgente con la producción dejándose llevar.
Lo segundo y menos importante, pero hay que decirlo, que la película es un remake local del año ’82 que a su vez se decía que adaptaba el “Phantasma” de Coscarelli. Yo la verdad es que parecidos no veo muchos, pero bueno…
Metidos en harina, diremos que la película se divide en tres actos cual obra de teatro. El primero es un torrente de sustos sin casi hilo argumental. Intenso aunque tramposo, va concatenando apariciones fantasmales muy al uso asiático con mujeres de largas melenas y hasta un pozo (!!!) llegando verdaderamente a enganchar, justificando su éxito y cruce de fronteras.
Son minutos verdaderamente siniestros que usa en su beneficio sonidos, esa moda que se ha instaurado en la última década gracias a otros éxitos occidentales, que entre el desconcierto y la buena cadencia apuntan a que podemos estar ante un hito. Ya os aventuro que esa sensación no será más que otra ‘aparición’ fantasmagórica…
La segunda parte renuncia al efectismo centrándose en la investigación de la causa de las apariciones. Sabe mantener la tensión e incluso se nos regalará una pantagruélica escena sangrienta de las de recordar, pero la intensidad decrecerá. Estos minutos, alrededor de la hora de metraje, serán calafateados por uno de esos falsos finales tan innecesarios como artificiales ya que, como he dicho, alcanzada escasamente la primera hora, uno no necesita ser muy listo para saber que esto no ha acabado todavía.
Aunque a decir verdad, tendría que haber terminado ahí puesto que la tercera parte es un epílogo tan opuesto a lo que nos estaban ofreciendo que resulta hasta ridículo. La sorpresa, el misterio, el tenerte en tensión es sustituido por una serie B de zombies de tres al cuarto que es culminado por… atentos, redoble de tambor…. UN NÚMERO MUSICAL que acompaña a los títulos de crédito. Sí señores, ríanse ustedes –yo no porque lo adoro- de Bollywood al lado de esta incongruencia, un tanguete que no viene a cuento a no ser que los protagonistas del mismo sean artistas reconocidos del país y solo estén haciendo un cameo, un guiño al público. De otra manera, no se entiende. Inconcebible.
Por lo demás, el reparto es cumplidor sin ni siquiera desentonar los niños y aunque la dirección peca de movimientos extraños –más de una ocasión parece que se choca con el mobiliario- no se echan a faltar efectos especiales digitales cuando se respira un espíritu tan de andar por casa.
Resumiendo, la primera hora del film es un producto más que digno dentro del género del terror. El resto, algo incomprensible que estropea todo lo anterior. En conjunto es algo… –me duele decirlo- exótico.
P.D.: Eso de miccionar en medio de la sala al lado del pozo donde se pueden filtrar los orines…
Sara se encarga de su familia tras enfermar su madre, una, antaño, popular cantante. Junto a su padre y tres hermanos pequeños tienen que subsistir ahogados por las deudas que produce el tratamiento médico que recibe la enferma. Un día esta morirá y a partir de ese momento todo irá peor para la familia ya que un número importante de fenómenos paranormales se sucederán en la casa.