
Así, para empezar a bocajarro, lo haré con una crítica. Y es curioso cuando la película me ha resultado casi perfecta y parece no entender de objeciones; sin embargo, el título de “El cocinero de los últimos deseos” no le hace ningún favor ya que apunta a drama lacrimógeno de un cocinero que cumple deseos a los enfermos terminales. Y no. El llanto lo provoca, pero por diferentes razones, no obstante lo de los moribundos… Al arranque y de pasada. Me gusta más el título puesto en EEUU y otros países como es “The last recipe”. Porque el nombre original de la novela en la que se basa como es “Un hombre con una jirafa” tampoco es que le haga honores. Pero ya conocemos cómo son los traductores de títulos de películas en España….
Tampoco estoy diciendo que le pongan por título “En busca de la receta perdida”, que se acerca más tanto al espíritu como a lo que muestra, pero… ¿tanto costaba haberle puesto algo así como “La receta de la vida” que también es poético para atraer al potencial público de estos films? ¿Qué pasa que el que se lo puso en nuestro país vio los primeros cinco minutos y ya está? Alguien no hizo bien su trabajo.
La elección del póster tampoco me parece correcta ya que no transmite nada. Y encima el 80% de la película transcurre en los años 30 y la apariencia es totalmente contemporánea. Pero aquí no seré tan visceral porque igual no hay tanta libertad como en el título a tenor de derechos y limitaciones de representaciones gráficas. Doy únicamente mi opinión.
Dicho esto vayamos a lo que importa: “El cocinero de los últimos deseos” –“El cocinero…” a partir de ahora- se convierte en uno de los mejores films que podemos ver este 2019 por mucho que venga datado del 2017, cuestión que se convierte en otra recriminación contra las distribuidoras nacionales, pero dejemos ya el tema que estas líneas no están para eso.
La película nos cuenta la búsqueda de un libro de recetas que iba a utilizarse para batir el récord del mayor festín realizado jamás para mayor gloria del Imperio Japonés. Así la acción transcurre principalmente entre dos épocas, el 2002 y los años treinta (del siglo pasado, se entiende…). Los tramos que discurren a principio de milenio, son los pasos que da nuestro protagonista para encajar el puzzle de historias para alcanzar su meta. Por otro lado, los situados en los años 30, que van desarrollándose a su vez a lo largo de la década, se cuentan obviamente por medio de flashbacks y son los mejores, no tanto por el contexto histórico o la recreación sino por lo que cuenta.
Ahora bien, este formato es un viejo conocido de la filmografía japonesa ya que muchas comedias románticas o melodramas basan su fuerza en la nostalgia y/o el paso del tiempo. Solo hay que recordar la legión de producciones que surgieron gracias al éxito local de “The love letter” y demás. Pero no nos circunscribamos únicamente al panorama asiático que esta película debe, más que merecer, ser vista por el gran público.
Desde el punto de vista culinario, es excepcional. La vi recién acabado de comer y a pesar de ello cuando empezaron a sacar platos, sobre todo ese cerdo glaseado, babeaba como un gorrino ante un pozal de bellotas. Su director Takita sabe transmitir a la perfección los sentimientos que pretende provocar como esa dedicación y pasión que tiene todo buen cocinero. No solo hay que saber dónde poner la cámara y saber exigir a los actores los registros que buscas: que trascienda de la pantalla el cariño por un producto es lo que hace grande a un realizador y su película. Así “El cocinero…” nos ofrecerá más de dos decenas de platos que combinan lo mejor de la cocina china y japonesa, incluso cruzando otras fronteras gastronómicas en comunión con la proclama del otro protagonista del film.
Es cierto que el mundo de los fogones siempre ha estado muy representado en la filmografía japonesa y asiática en general dándonos buenos títulos sobre todo en la comedia, no obstante ciñéndonos al drama-barra-melodrama-barra-engendro costumbrista para un servidor esta “El cocinero…” junto a la surcoreana y también excepcional “The recipe” se aúpan en lo más alto del pódium. Pero sigamos, vayamos a lo que importa, al corazón.
He leído reseñas de esta película de críticos profesionales a los que incluso les pagan por sentarse delante de un ordenador y al igual que decía –again- del que le puso el título a la película, el sueldo se lo gana por derecho, el que le otorga un contrato, no por mérito.
Es lo malo que tienen los críticos generalistas que se creen que son gurús o sherpas y que quiénes los leen se fían de ellos a pies juntillas. Cuando vas a ver una película, por poco que sepas, al menos conoces el género al que pertenece y el que vaya a verla busca las sensaciones que provoca ese género. Ponerse a decir que si es un folletín o es una telenovela es de imbécil y de no conocer lo que ibas a ver. ¿O es que tú eres mejor que esas personas a las que les puede gustar el folletín o la telenovela?. Puedes hacerlo para definir sin embargo para utilizarlo como arma arrojadiza habla muy poco de tu objetividad ya que evidencia tu fobia hacia estos productos.
No obstante como yo no soy así y me muevo por el corazón, no por prejuicios ni apariencias, diré que “El cocinero…” puede resultar si se quiere blandita, calificarla hasta como de ñoña o incluso que recurre a trucos fáciles para provocar la lágrima, pero llegado el momento, los sentimientos se desbordan.
Ya os he dicho que cuando vi la película estaba recién acabado de comer y me encontraba un poco pesado, pues en uno de los momentos claves del film –que me callo- toda la pesadez se diluye como el aceite en una sartén. «No voy a llorar, no voy a llorar», te dices. ¿No voy a… a qué? Los segundos van pasando y notas cómo las lágrimas van aculándose en el párpado hasta que…
El detonante de tal desborde de emociones, cascada de lágrimas, no puede ser más universal –recordar, no os lo voy a destripar- pero como digo únicamente es la detonante. Ahí uno aún puede ser fuerte pero lo que hace grande a la película es que no se queda en lo fácil rematando la faena. Y no, las malas producciones practican el innombrable “hurgar en la herida”; aquí se es más armónico con el mensaje del film y es ahí donde uno ya no aguanta más.
Porque la película a pesar de hablar de muchas cosas puede resumirse en una palabra: RESPETO. Recurrir a la mística de la cocina vinculada a los recuerdos es algo común a este tipo de películas. Pero luego tenemos, utilizando terminología culinaria, otros condimentos que unidos a los ingredientes principales nos proporcionan diferentes matices y texturas. Aquí son tantos que es imposible que el menú no guste a alguien. Amistad, matrimonio, compañerismo, incluso autoestima. “El cocinero…” se convierte por un lado en un manual de las buenas conductas y por otro en una oda al arrepentimiento.
Y por si aún faltase algo el tercer tercio se introduce en el terreno del thriller. Es algo que aparece de repente pero que dota de carácter al conjunto porque nos ofrece momentos duros (y hasta sangrientos) evidenciando que no estamos ante un producto infantil.
Así “El cocinero” se convierte en casi una Obra Maestra. Y digo ‘casi’ porque la sorpresa que nos depara la parte final no resulta tal. De todas formas es como cuando vas a tu fiesta de cumpleaños sabiendo que están ahí esperándote: tienes que poner cara de sorprendido porque por un lado no quieres defraudar el afecto que te profesan y por otro porque realmente te sientes agasajado.
No puedo acabar sin mencionar dos elementos que destacan en un conjunto ya de por sí sobradamente agraciado. Por un lado la banda sonora de Yugo Kanno que se demuestra digno heredero de Joe Hisaishi demostrando su experiencia en el campo del anime, y por otro, Aoi Miyazaki. Es imposible no enamorarse de su personaje. Una de las mujeres más encantadoras que se puede ver en una película. Gran parte del mérito de este film lo tiene ella. Esa sonrisa calaría en el corazón de cualquiera.
Resumiendo, estamos ante una producción que va dirigida al corazón pero que no se resigna en adoctrinar y tocar la fibra sensible del espectador; ofrece un espectáculo único culinario y hasta su punto de aventura. Esto es cine: un viaje al corazón y a los sentidos. Uno de los mejores films que podrás ver este año.
